domingo, 2 de noviembre de 2014

El Comensal...un cuento fantástico.



Permaneció como comensal entre nosotros por varios meses. Era un hombre noble y misterioso. Mi padre lo conocía, pero hasta el sol de hoy no sé de donde ni desde cuando. Llegó una noche en donde mis tres hermanos y yo nos encontrábamos durmiendo. Nadie nos notificó acerca de su llegada. Notamos su presencia durante el desayuno, no porque estuviese sentado entre nosotros, sino por el silencio y la expresión agotada y transeúnte de mis padres.

 Tan sólo fue cuando cruce la sala dirigiéndome hacia la puerta, que me percaté de su sombría y traslucida presencia junto a la ventana. Y como si lo estuviese imaginando, no hice ninguna pregunta y salí. De alguna manera me pareció que siempre había estado allí.

 Esa tarde cuando regresé a casa me había olvidado de aquella anónima figura, pero el silencio con el que me topé tras cerrar la puerta me hizo recordarlo. 

Sigilosamente miré hacia  todos lados. No me atreví a llamar en voz alta a ninguno de los miembros de mi familia. Sin encender ninguna luz recorrí los pasillos y las habitaciones; nada. Ni señales había de mis hermanos ni de mi madre. Papá siempre llegaba un poco más tarde que todos nosotros, decidí esperarlo junto a la ventana. La misma en donde había visto al hombre por la mañana.

 El hambre se me iba afincando y el frío empezaba a darme sueño. En eso escuché la cerradura, la manilla se movía pero no terminaban de abrir la puerta. El temor me empujó contra la esquina en dónde me fui acuclillando poco a poco. Las rodilllas me sonaron varias veces y temí que supieran que estaba allí, a pesar de estar en mi propia casa y tratarse seguramente de mi familia.

 Mientras la puerta permanecía en suspenso sin terminar de mostrar quien o quienes estaban del otro lado, vi al huesped de mis padres salir de la cocina y dirigirse hacia el patio trasero que daba hacia el oeste. Sin saber por qué, lo seguí. Había una neblina en el jardín que no permitía ver la mata de tilo, ni el árbol de pera ni el pequeño cultivo de hortalizas de mi madre. Me llamó la atención que Duende, nuestro perro, no estuviese ladrando. Solía vociferar al menor ruido, pero esta noche el silencio era absoluto. Baje los escalones, pero donde antes habian a penas tres pequeños peldaños, ahora se me hacia interminable el descenso. ¿Cómo es posible que haya cambiado tanto en un sólo día?.

 Sin entender, realize un tiraje con los arcanos menores del tarot que siempre llevaba conmigo, para identificar lo que estaba sucediendo. En eso, me voltearon por el hombro izquierdo y quedé guindando boca abajo viendo la cara de mi padre. Seguí bajando las escaleras.

 Me acordé del arcano sin nombre.

 Me detuve cuando sentí que algo andaba mal. ¿Hacia dónde llevaban estas escaleras? ¿Dónde estoy? Ya nada me era familiar. Quise regresar corriendo a la casa pero no podía, los peldaños para subir se habían esfumado. Traté de dar un paso, pero sentí la fuerza del vacio bajo mis pies.

 Podía escuchar a mi madre llorando, y las voces de familiares lejanos y vecinos, que nunca solían visitarnos, tratando de consolarla. Quise gritar! pero tan sólo una exhalación silenciosa salía de mi boca. Pude ver a mis tres hermanos, vestidos con ropas de Domingo, asomarse al patio. Les hice señas pero no me veían, seguramente por la neblina.

 No sé en que momento me rendí al sueño, pero ya puedo oler la mañana y los panes con ajo en el horno. También escucho a Duende como siempre corriendo detrás de las ardillas. Que extraño, no veo el sol. Y ¿qué le paso a mi habitación?, ¿por qué está vacia?, y ¿cómo es qué dormí con la ropa puesta?.

Que raro sueño el de anoche. Será mejor que me duche antes de desayunar. Que extraño, mamá nunca me había dejado acostarme sin antes bañarme.

 ¿Dónde está mi toalla?, ¿y mi cepillo?, tengo la certeza de haberlo dejado aquí. ¿Y mi enjuague?. ¿Dónde están todas mis cosas?! Seguro que fue uno de mis hermanos, les encanta hacerme éste tipo de bromas, así son los varones. Será mejor que baje a decirles que sé que fueron ellos.

 Oh!…pero…¿qué pasó, la casa está vacía?. De pronto escuché la puerta de la casa cerrarse. Corrí hacia la sala y traté de abrirla pero habían pasado el cerrojo. Me asomé por la ventana y vi como un camión se alejaba con todas nuestras pertenencias.

 En eso Duende saltó del camión, y venía corriendo hacia mi. Corre Duende! Corre! Aquí estoy!. Si tán sólo pudiera abrir la ventana, pero también está sellada.

Aún hoy, después de todos estos años, recuerdo el día en que nos fuimos. Cuando mamá llorando le pidió a papá que no regresase por Duende, puesto que los perros no importa qué, siempre iban a buscar a su dueño.


 La imagen todavía me acompaña. Duende alejándose del camion, y la aparición de mi hermana en la ventana junto a un misterioso hombre, sombrío y traslucido. Ahora de viejo me pregunto, ¿si aquel sería el comensal del que tanto hablaba mi hermana? – decía que llevaba meses viviendo entre nosotros- y ¿sí sería él mismo el que se la llevó a tan temprana edad?.




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