jueves, 30 de julio de 2009

El Bien Anónimo


El anonimato es la herramienta mística que disuelve todo interés personal y permite la autenticidad de un acto generoso libre de apegos. Cuando hacemos un bien sin buscar reconocimiento o gratificación nuestra obra se vuelve sagrada, es decir pasamos de lo personal a lo impersonal o universal. Y de esta manera permitimos que se exprese a través de nosotros la esencia de la divinidad, la benevolencia sin mérito.

Por esa misma razón es que en los últimos tiempos – digo últimos porque esto va a empezar a cambiar, vamos a ver cada vez más obras anónimas - el atributo anónimo no ha gozado de un puesto distintivo entre los valores de nuestra sociedad, ni es favorecido con regularidad entre las prácticas cívicas de sus miembros. En las escuelas no se hace mención de su cualidad iniciática como una de las vías más poderosas para entrar en comunión con la inteligencia suprema, sino que se define meramente como un concepto literario que trata de explicar una obra de autor desconocido sin ni siquiera aludir a la fuente inagotable de creatividad de donde todo proviene y a donde todo regresa. Tampoco se asignan ejercicios a los estudiantes para desarrollar esta virtud tan bien conocida por los adeptos y discípulos de la ley divina que yace en el corazón de todos los hombres y mujeres. Por el contrario, se enfatiza el culto al individuo.

Desde pequeños hasta adultos nuestros esfuerzos apuntan hacia una misma busqueda fomentados por la escuela, la familia y la sociedad, alcanzar y lograr la distinción de nuestro nombre mediante nuestras acciones, obras y servicios. A veces esa lucha por el reconocimiento pareciera ser la fuerza motriz que nos anima a actuar, lo cual conduce inevitablemente a la mediocridad – si no me ven para que lo voy a hacer -. Ese “ven” puede representar ya sea una compensación monetaria, un halago que enaltece la personalidad, o una obligación impuesta, y se refleja en nuestra conducta y disposición. Conduce a la mediocridad puesto que la premisia mental es siempre obtener algún resultado o ganancia -¿Cuál es el beneficio para mi?-.

Esta busqueda constante de un bien personal aumenta nuestro monólogo interno y, limita nuestra espontaniedad y bondad. Una vez escuché a un maestro decir, "la vida fluye como un poema, no como un negocio".

Esta forma de conducirnos, llenos de interés y expectativas, afecta todas las areas de nuestra vida. Desde tener la iniciativa de recoger una basura del suelo que no es de uno y ponerla en su sitio, hasta practicar sentarnos en silencio, quietos y a solas por media hora cada día sin esperar que Buda nos evite sufrimientos inecesarios en la próxima vida, o que los dioses nos honren con algún milagro o poder psíquico a cambio de nuestro esfuerzo.

El culto al nombre es el valor ilusorio más alto que la civilización moderna otorga a quienes buscan encontrarse en un espejo. De niño si eres buen estudiante, es decir, si aceptas ideas locas sin questionarlas y te comportas como un robot ciego, sordo, mudo y tonto, entonces te nombran delegado de la clase, o te hacen presidente de todo un grado, cosa que te alienta a seguir alimentando tu nombre por medio demostraciones vanidosas ante el mundo. Como te premiaron de pequeño, ahora de adulto sigues buscando una recompensa o un reconocimiento por cualquier cosa que haces. Esto evita que madures  mental, emocional, física, y sexualmente. Todo está bien mientras obtienes lo que quieres, pero el día que no consigues el resultado deseado pataleas, lloras, te quejas, te deprimes o entristeces. 

Así avanzamos por la vida poniendo nuestro nombre por delante de nosotros, con todos sus emblemas, insignias, y títulos colgando de cada una de sus letras a modo de cuelga ropas, y por debajo de todo ese follaje, nuestra esencia tímida y desconocida.

En el fondo este despliegue de créditos y honores no es más que la busqueda incesante de la aprobación, que viene a raíz de creernos los hacedores. De ahí el terrible miedo a la crítica. Si nos atribuimos todo lo que hacemos, pues desde luego resulta casi inevitable temer ser criticados puesto que nos ponemos en tela de juicio. -Temo ser criticado por miedo a que me juzguen. Me da miedo que me juzguen porque al final temo ser rechazado-

En última instancia lo que más queremos y deseamos es que los demás nos acepten, nos vean y nos valoren con un respeto genuino hacia quienes somos, no por lo que hacemos o dejamos de hacer. Ahora bien, todo esto es reversible, todo tiene solución, esta cadena de inseguridad egocéntrica vestida de elogios puede sanarse.


- “Encomiéndate a la bondad sin mérito y tus huellas florecerán y tus pasos serán guiados”. Anónimo.

Si empiezas a obrar con la noción de que estas operando a partir de una fuerza interna superior a tí mismo y, te pones al servicio de éste poder para facilitar su expresión y desarrollo, entregándote confiadamente a su dictamen, pasas poco a poco de ser exclusivamente el protagonista de tu vida a jugar también el papel de espectador imparcial. Te vuelves el testigo de tu propia vida y permites que a través de tus ojos el universo se observe a sí mismo, observe su propia belleza. Brindas tus manos para que por medio de ellas la conciencia actúe sobre si misma, convirtiendo en oro todo lo que tocas y acaricie todo lo que rozas. Te haces conciencia desde la conciencia y para la conciencia, y eres movido por ella y sólo por ella.

Desde ese momento dejas de lado el énfasis exagerado e idílico de tu nombre y
la importancia que le das al lugar que éste ocupa tanto en la familia como en la sociedad. Te liberas del sufrimiento perpetuo que acompaña al nombre, y lo limpias de toda superficialidad y falsedad, haciéndote inmune a los valores efímeros del insulto y la dignidad, la perdida y la ganacia, el éxito y el fracaso, la fama y el olvido, el premio y el castigo, la aceptación y el rechazo, la reputación y el desprestigio. Cesas de identificarte y definirte y, sabes que en ti eres, sin adjetivos ni características, impermanente y eterno; sin mérito.

Ejercicios prácticos para desarrollar nuestro ser anónimo:

  • No comentes el bien que haces con los demás.
  • Si ves algún indigente durmiendo en la calle introduce, sin que se de cuenta, un billete de alto valor en su bolsillo o pónselo en la mano. Sonríe, eres un angel anónimo.
  • Si eres asalariado en una compañía y, gracias a tu ingenio resuelven un gran problema que traía a todos estresados desde hacía varios días, no te adjudiques el mérito, compártelo.
  • Si eres artista, no firmes todas tus obras, en especial las que más te gusten.
  • Si eres escritor o reportero, envía una columna de interés popular para ser publicado a tu periódico local o a algún boltín informativo online sin nombre.
  • Si alguien en tu círculo de amistades expresa una de tus ideas como si fuese suya, regálasela. No te la acredites, más vendrán. Eres creatividad inagotable.
  • Evita decir “te lo dije” en tus conversaciones.
  • Cuando vayas a una fiesta o a un evento en donde nadie te conoce, preséntate con otro nombre.
  • Una vez al mes elige un fin de semana y, durante esos dos días no te mires en un espejo, ni busques tu imagen reflejada en ningún vidrio o ventana. Transita invisible por la ciudad. Se el observador imparcial, libre de jucio y de toda crítica.
  • Una vez a la semana ayuda sin pedir nada a cambio, y no te des crédito por ello ni aceptes que te lo den.
  • No te compares, sal de la mente competitiva. Eleva tus acciones del ámbito competitivo al reino creativo, dando gracias por todas las ideas maravillosas que te utilizan diariamente para lograr todo en tu vida y realizarte. Empieza a sentir que a través de ti se hacen las cosas y que no necesariamente eres tu quien las hace, sino que en ti hay una fuerza mucho mayor a ti mismo buscando expresión y desarrollo mediante tus pensamientos, palabras y acciones. Confía, no dudes.
  • Medita, descansa el ego mental. Abraza el silencio receptivo interior en donde el ser mental es reducido a la posición de testigo, y siente el Poder que reside en ti. Presencia el contacto íntimo de tu ser con la Fuerza primordial y ábrete a ésta. Mantente inmovil y ecuánime, y observa el sosiego de tu alma, siente tu voluntad hacerse una con la voluntad de tu alma, la Voluntad divina. Permite que esta Fuerza haga su obra a través de ti, guiando tu propósito, tu visión y tu acción en el mundo, haciendo de tu mente, tu cuerpo, tu corazón, tu sexo y tu vida su instrumento.
Así sea.